martes, 24 de agosto de 2010

Mi cadaver exquisito.

Buscan sus miradas entre una multitud. Las buscan porque las perdieron en una batalla cuerpo a cuerpo varias noches atrás. Las perdieron entre los abrazos que se debían. Entre los besos que ya no cabían en sus cuerpos. Las perdieron ahí donde las cuentas no daban exactas. Donde las tildes no tenían su lugar.
Las buscan convencidos de encontrarlas y sostenerlas con el único fin de que sus ojos hablen por sí mismos. Que digan lo que callan sus labios, que traduzcan aquello que piensan sus cuerpos.
Desesperados, casi sin pestañear buscan sus miradas.
Las buscan porque saben que a través de ellas pueden ver sus almas, y no se conforman con tan sólo verlas, tan osados desean con fervor tocarlas. Porque dicen que cuando las almas se tocan un pecho se infla, y un enorme suspiro abandona una garganta seca.
Dentro de la poca consciencia que les queda buscan sus miradas, lo que aún no saben es que si las encuentran se hallaran nada más y nada menos que a ellos mismos. Descubrirán quienes son. Y lo único que les resta es caer en la cuenta de que en verdad buscaban sus propios besos, sus propias cuentas y sus propias miradas.



Dicen que para ser feliz hay que ser un tanto egoísta, es de la única manera de hacer feliz al resto.


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