miércoles, 21 de octubre de 2009

Dicen que al primero no te lo olvidas, ¿será porque fue el único?


Hace unos días me surgió una duda existencial: ¿tuve una vida amorosa digna?

La respuesta vino de inmediato, y con un tono de autoreclamo. Fue un rotundo NO.

Es obvio que hubo “amores imposibles” a lo largo de mi vida, que no conquisté porque no estaban y aun no están a mi alance, otros amores no se concretaron porque de manera lamentable no se alinearon los planetas y la luna no estuvo en Júpiter justo a las 2:45 de ese día como para que sucediera lo anhelado, y hubo amores simples que los tuve para no sentirme tan sola.

Recuerdo que cuando iba al jardín quise tener mi primer noviecito. Estaba muy enamorada del sujeto en cuestión, y él muy enamorado de mí. Todo marchaba sobre ruedas, y con la suerte a mi favor nos pusimos de novios. Éramos dos niños felices y cegados por el amor. Pero al ser él un año mayor se quiso aprovechar de la situación y quiso darme un beso, un beso de novios. No supe que hacer, entonces huí. A los pocos días cumplí 6 años, y el “abusador” tocó mi timbre. Le imploré a mamá que no abriera la puerta, pero creyó que era un capricho de nena, entonces lo invitó a pasar. Me miró desde la entrada con esos ojos extraños que tenía, estiró la mano y me regaló un ramo de flores. Creí que estaba arrepentido, que venía a disculparse por llevar la relación con tanta rapidez. Pero me equivoqué, venía sólo a desearme un feliz cumpleaños, a comer torta, a jugar y a entregarme ese patético ramo de flores DE PLÁSTICO. Sí, eran de plástico. Las recibí con una falsa sonrisa en mi rostro, pasamos mi cumpleaños juntos, y días después le dije que no quería ser más su novia, y argumenté estar enamorada de otra persona. Esto no recuerdo si fue mentira o verdad, me lo contó él hace unos meses, cuando gracias al poderoso invento del facebook me encontró y me lo hecho en cara, como novio despechado. A las flores no las tiré, las guarde durante años como muestra de lo horrible que eran. Y para terminar de convencerme de que las flores no me gustan.

Conste que yo quise tener un novio, pero las cosas no se dieron como yo esperaba. Ese fue el único novio que tuve en mi infancia, mejor dicho: en toda mi vida. Estoy convencida que estos 15 años de mala suerte en cuestiones del amor fueron obra de la maldición de Erwin, que hasta nombre raro tenia, mi único novio.

Moraleja: si tu novio te quiere dar un beso cuando vos no queres, no huyas, decile que se ubique; si te regala flores de plástico, aceptalas, quizá no tiene presupuesto para unas de verdad, pero avisale que las recibís sólo porque lo queres, pero que para la próxima se ponga media pila; si tu ex te agrega al facebook, aceptalo y hacele notar que tuviste una vida plena sin el.

Y por último, no importa que nunca hayas tenido novio, siempre hay un amor platónico como Martín Palermo a la vuelta de la esquina.

En definitiva, ¿cómo soy?


Hace dos días amanecí con 21 años y sin captar el rumbo de mi vida. Quizá fue por la emoción de cumplir la mayoría de edad y emanciparme de una vez por todas.

Pero, ¿para que voy a querer yo ser grande y no depender de mis viejos?, si en definitiva son ellos los que me bancan y no pienso irme a ningún lado. En fin, la cuestión es que desperté y sentí un enorme vació, me calce los pantalones rayados, para no olvidar que llevo mi personalidad a cuestas y partí rumbo a mc donalds, tenía hambre.

En el viaje hice un ligero repaso por estos intensos años de vida, y me encontré con situaciones alegres, otras tristes, y lo que más me llamó la atención fue un interrogante que me planteé: ¿porque actuó de tal o cuál manera?

Ya soy una persona grande debería saber porque las pastas dentales fluors me inspiran mas confianza que las blancas, debería dejar de comer pipas cada vez que miro una película o escribo algún texto, y tratar de evitar hacer ese ruido molesto cuando se rompen en mi boca, debería dejar de escribir con lápiz y agarrar una lapicera como hacen las personas adultas. O saber porque no me gusta dejar el volumen de la tv o el mp3 en número impar, es una gran boludes, pero soy amiga de los pares. Tampoco entiendo porque abro y cierro el celular diez veces seguidas, y miro la pantalla conciente que no hay nada nuevo, como ser un mensaje o una llamada, pero ahí estoy manipulando la tapita a la espera de una novedad. Ya es hora que empiece a usar paraguas como lo hacen los mayores y dejar de mojarme como una boluda cada vez que llueve, con la excusa que no conseguí el modelo que yo quería para mi paraguas, entonces no quiero usar uno feo. No sé porque cada vez que tengo una idea para escribir me termino yendo por las ramas y escribo cualquier cosa menos la idea que tenia. Muchos menos entiendo porque estoy tan creída que voy a conocer a Martín Palermo, y no entiendo porque lo nombro en cada texto.

Con esto me di cuenta que ni yo me entiendo, pero que cada detalle hacen que yo sea como soy.

Si usaría dentífrico blanco; no comería pipas; no haría ruido al comerlas; agarraría una lapicera para escribir; dejaría el volumen en número impar; no abriría el celular; usaría paraguas; escribiría la idea principal; o perdería la ilusión de conocerlo a él, no sería como soy. Y en definitiva, ¿como soy? Así, con mis pequeños mambos, que marcan una personalidad particular. Todo el mundo tiene actitudes sin lógica, yo no me excluyo.

martes, 13 de octubre de 2009

Soy como soy


Me hicieron una pregunta que, hoy, hace casi una semana aun evito responderla. No porque no quiera, sino porque no tengo la respuesta.

¿Cómo soy? Esa fue la pregunta en cuestión. Lo primero que vino a mi mente fue dar una descripción detallada de mis condiciones física:

-1 metro 73 centímetros

-56 kilos

-pelo negro, ni rulos, ni lacio, por debajo de los hombros

-ojos marrones oscuros, casi negro

-boca ni grande, ni chica

-pechos, ¿qué es eso? no tuve suerte a la hora del reparto

-panza chata

-piernas largas

-cola…común

-pies grandes, calzado numero 40.

Aunque no parezca soy 90-60-90. Medidas perfectas, ¿perfectas para quien? Para mi no, si hubiese tenido la oportunidad de elegir la contextura de mi cuerpo mediría 10 centímetros menos, el número de mis zapatos seria 37, quizá 38, mi pelo seria lacio y seguro mas largo también, mi cola estaría parada y no cabria ninguna duda que tendría un buen par de pechos.

Pero no, nadie lo puede elegir, solo se permiten cambios o devoluciones al pasar por un quirófano, un gimnasio o una peluquería. Nada de plantar un árbol, donar un órgano, escribir un libro o tener un hijo. Las prioridades parecen ser otras en los tiempos que corren.

Pero estoy segura que no me pedían descripciones físicas.

La cuestión venia mas profunda, parece que querían que hable de mi personalidad. Querían saber como termine escribiendo cosas como estas, o quiza como empecé. Querían saber con que me identifico, que me gusta hacer, cuales son las cosas que me sacan de quicio. O no sé. Es una tarea muy complicada. Nadie sabe con precisión como es uno mismo. Y si nadie lo sabe, ¿por qué yo habría de saberlo? Pero como no me gusta la mediocridad heme aquí, dispuesta a dar una explicación aproximada, no creo que llegue a ser exacta, del porque soy como soy.

Todo se remonta a 1988, cuando la cuarta y ultima hija de la familia Sena estaba en camino, aunque aun faltaba un mes para que llegara al mundo los preparativos estaban casi listos. Los nombres que iba a llevar la criatura estaban decididos: Agustina Daniela. Pero, las cosas se complicaron, la nena parece que tenía trastornos de ansiedad, o solo fue una simple curiosidad por saber que pasaba del otro lado y quiso salir. Sí, en octubre, un mes antes de lo previsto. Decidida a conseguir lo que quería se dispuso a abrirse camino, pero ¿qué paso? el cordón no le alcanzaba para irse. Sin mucha preocupación esperó a que alguien muy gentil la sacara de ese lugar que ya le resultaba un tanto incomodo.

Supongo que eso explica lo curiosa que es ahora la nena, no le alcanza con lo que ve, siempre quiere saber mas, la insistencia que tiene para conseguir lo deseado, la falta de preocupación por las cosas sin solución, la buena disposición ante una mano amiga y deja en total evidencia el porque de los lazos tan fuertes con su mamá, algunos se jactan de decir que aun no cortó el cordón.

A la nena, ya adentrada en el mundo, le llego el momento de decidir algo muy importante en el futuro de su vida: los colores de su pasión. Mama de River, papa de Boca y padrino de Racing. Era una decisión que marcaría el resto de su vida, que influiría en sus estados de ánimo más de una vez. Lo que hizo la pequeña Agustina fue observar con atención y sin que nadie lo supiera a quien le duraba más la sonrisa de un domingo por la tarde. Estaba decidida que seria del cuadro que más feliz la hiciera. No hace falta aclararlo, pero les aviso por las dudas, que la nena eligió ser de Boca Juniors. Consecuencias de esta elección la llevaron a ser lo que hoy es. O a hacer lo que hoy a ella más le gusta hacer.

Todo comenzó con ese deporte, el fútbol. El papá le contaba a la nena y a sus hermanos mil historias sobre el campeón, y ellos escuchaban con atención, disfrutaban ver como el papá se emocionaba con un relato de Víctor Hugo Morales, o como gritaba de alegría cada vez que la pelota tocaba la red.

La nena era de Boca, pero tenía una debilidad, un jugador. Pero pertenecía a otro equipo, a Estudiantes de la Plata. Al papá le rompería el corazón saber que la nena amaba a un sujeto que vestía la camiseta con otros colores. Así que decidió no contárselo. Hasta que un día su sueño se hizo realidad, el hombre en cuestión comenzó a jugar en Boca.

Se preguntaran que tiene que ver todo esto con el futuro de la niña, seguro deducen que la nena ahora es periodista, o quizá jugadora de fútbol profesional. No, ni una cosa, ni la otra.

Cuando ella estaba en la primaria, en quinto grado, su profesor llevo 3 pósters a clase. Les dijo a los alumnos que los iba a sortear. Cuando todos creyeron que el sorteo era al azar, y la nena había perdido las esperanzas ya que la suerte nunca jugaba a su favor, el profesor les comento las reglas del sorteo. Dijo que la niña o niño que expresara con las mejores palabras lo que sentían por aquellas figuras ahora pegadas contra el pizarrón se llevaría el premio mayor, el póster de su ídolo.

Era curioso ver como las niñas se peleaban por el póster de moda. Los otros dos pósters eran de jugadores de fútbol, por eso ella optó tener de rivales a sus compañeros varones y luchar por la foto de su amor.

Todos comenzaron a escribir, pero ella se había quedado hipnotizada y perdida en los ojos de la foto, no sabia que escribir, o como expresarse, sentía que era imposible ganar en el mundo de ellos.

Desde el pizarrón observaban los personajes de la tira diaria “Chiquititas”, al lado Enzo Francescoli, y contra la pared estaba él, sobre quien quería escribir ella, su amor de toda la vida. Era la única oportunidad que se le presentaba de tenerlo solo para ella, y sentía que la estaba desperdiciando, porque las palabras no le salían. De pronto recordó las frases de su papa, escuchaba en su cabeza relatos de fútbol, y reportajes a su propio ídolo, y las palabras comenzaron a fluir. No solo escribió lo que sentía hacia ese sujeto, sino que también argumento porque debería ella alzarse con el premio mayor.

La corrección del profesor comenzó al mismo tiempo que sus plegarias.

Luego de eso recuerda un enorme bullicio y el siguiente recuerdo ya trascurría en su casa. Le enseñaba a su papa la hojita escrita por ella minutos antes, mientras desplegaba el póster que se había ganado, era él gritando un gol, él festejando una de sus tantas victorias. Era él, sí, era Martín Palermo. Y el póster era suyo.

Ese día la nena descubrió que al escribir podía convencer a cualquiera de lo que ella quisiese.

Y es así como hoy, con casi 21 años, todavía recuerdo ese día con exactitud. Esos, creo yo, fueron mis primeros pasitos hacia lo que hoy me gusta hacer, escribir.

Y es así como hoy, con casi 21 años me emociono al ver a Martín Palermo meter uno más de los tantos goles que me acostumbró a vivir con el.