viernes, 8 de enero de 2010

Mi primer mundial

Ya lo hice en otras ocasiones. Pero esta vez es distinto.

Nunca creí que llegaríamos tan lejos.

Y pensar que cuando empecé con esto mamá tenía la ilusión que sólo sea un típico capricho de una nena de tres años que quería seguir los pasos de su hermana mayor.

Pero acá estoy, doce años después arriba de 8 ruedas, lista para salir a pista junto a 23 compañeras increíbles que compartieron el mismo sueño de estar acá y la misma pasión por este deporte tan especial que es el patín artístico.

Hace diez meses que Fernando, nuestro mentor y un entrenador muy peculiar, nos convocó y nos dio detalles acerca del proyecto que tenía. A todas nos entusiasmo la idea y no lo dudamos ni un segundo, enseguida empezamos a fantasear juntos.

Al comienzo parecía todo tan difícil, pero si queríamos llegar a la meta no quedaba otra, era solo cuestión de práctica y esfuerzo. Teníamos muy claro que había que dejar todo en cada entrenamiento y comprometerse con el grupo. Nos esperaban tres evaluativos y sabíamos que solo clasificaban dos equipos, los mejores.

Los meses pasaron y con ellos dos torneos, se acercaba octubre y quedaba la última competencia, la que decidía nuestro destino. El primer puesto ya estaba asegurado para el grupo de Santa Fe, el segundo lo disputábamos entre varios.

El día llego y era nuestro turno, salimos a pista con la frente bien alta y a pesar que la hinchada local no nos favoreció dimos lo mejor que teníamos. Solo restaba esperar la puntuación para saber si estábamos adentro.

Escuchamos atentas, y entre aplausos y llantos de emoción lo logramos, clasificamos para el mundial, nuestro primer mundial.

Hoy, después de un mes y medio de ajustes coreográficos esperamos atrás del telón. Solo faltan 15 minutos para salir a hacer lo nuestro. Esta vez somos locales.

Por ahora estoy relajada, es momento de hacer amistades con nuestros rivales santafesinos, con los que meses atrás nos sacábamos los ojos con cantitos de cancha modificados con el único fin de molestar. Hoy, si bien seguimos enfrentados por la competencia, estamos del mismo lado, en representación del país.

Hablo con una chica, con otra y compruebo que son buena onda, sigo mi camino en busca de gente simpática y escucho que por micrófono anuncian a Italia, eso quiere decir que después vamos nosotras.

Fer nos reúne, parece que va a dar la típica charla técnica. Pero no, esta vez el discurso es emotivo, nos expresa su orgullo, nos agradece, nos felicita, nos alienta. Lo interrumpe una de las chicas y le pide por favor que lo diga, y él, con la voz entrecortada, lo dice – chicas, las quiero-. Todas reímos porque sabemos que solo lo dice en ocasiones especiales, y esta resulta ser una. Sus palabras son tiernas, poco común en él, nos toco el corazón a todas. Hago fuerza y trato de pensar en otra cosa para no llorar, no es que me de vergüenza que me vean con lagrimas en los ojos, sino que no puedo permitir que se corra el maquillaje.

Juntamos las 25 manos en el centro y al grito de ¡mierda! Nos separamos, faltan apenas unos minutos para enfrentar al público y a los diez jueces.

Ahora si empiezo a sentir la presión. Parece que alguien comprime mi panza con fuerza y no me deja respirar, tengo un nudo en la garganta y las manos congeladas, pero transpiradas. Este maldito casco de látex me comprime el cerebro y el traje esta tan ajustado que siento como todas y cada una de las lentejuelas y mostacillas pinchan mi cuerpo como si fuesen pequeñas alfileres, me pica.

Tengo la boca seca, las palabras no me salen. No puede pasarme esto, soy una de las encargadas de llevar la cuenta adentro de la pista. Con 15 años pertenezco al reducido grupo de las mas chicas ¿quién me mando a mi a asumir semejante responsabilidad? ¿Y si me pierdo yo? Creo que voy a tener un ataque de pánico, pero me calmo. Sé que puedo hacerlo, al fin y al cabo yo misma decidí encargarme del famoso 5, 6, 7, 8 y lo hice porque me siento segura y sé que puedo llevar el control.

Estoy asustada, nerviosa. Tengo mucha expectativa sobre lo que pueda llegar a suceder y a la vez tengo un miedo terrible que no me deja pensar.

Le dan la puntuación a Italia y se retiran de la pista.

Es la hora, junto con tres compañeras sostengo la enorme tela roja que usamos al final. Escucho al locutor pero no entiendo lo que dice, de repente siento unas ganas tremendas de hacer pis, no aguanto, no se que hacer. Ahora si lo entendí, dijo Apocalipsis animal, Argentina, esas somos nosotras. Ya tenemos que entrar, no quiero avanzar, no es que no quiero, no puedo, siento que los patines se encogieron y me aprietan, se me durmieron los dedos de los pies. Avanzo, no se como pero estoy adentro. Miro la tribuna y no encuentro ni un espacio vacío, miles de personas alientan por nosotras, cantan por argentina. En el instante que las escucho desaparecen todos los temores. Ahora siento seguridad, fuerza, orgullo, emoción. Sé que esto es lo que siempre quise y me siento feliz de haberlo logrado.

Me ubico en mi lugar y empieza la música, es como si hubiesen apagado al público, ya no los escucho, tampoco los veo. En este momento para mi solo existen 23 personas mas, ente las cuales se encuentra mi hermana, la responsable de que yo esté acá.

Estos cinco minutos y medio hacen que valga la pena tanto esfuerzo. Tantos entrenamientos hasta altas horas de la madrugada, tardes enteras de domingos encerradas en un club, viajes a las provincias para competir, peleas, frustraciones, bajos puntajes que nos ayudaron a crecer, llantos, risas, el traje (que primero pintado, que después bordado), el casco (con el agregado de pelo real de cola de caballo), recuerdos, lindos momentos.

Estos cinco minutos y medio son nuestros y nadie nos lo va a quitar.

Pero pasaron rápido, salio todo impecable. Ahora tengo la boca seca pero por una justa razón, estoy agitada y el corazón me late a mil. Recibimos la puntuación y nos retiramos. Al borde la pista nos esperan Fer y Ale, nuestro psicólogo por naturaleza, el que siempre nos levanta y animo y alimenta nuestro ego. Nos abrazan, nos besan, nos felicitan.

Juntos miramos el resto de la competencia en una de las tribunas. Al finalizar comprobamos que el resultado no es el que esperábamos con un triple empate en el cuarto puesto. Veo algunas caras de desilusión, de tristeza. Las respeto, pero no comparto el sentimiento. Yo estoy muy feliz. No llegamos al podio y arañamos una medalla, pero a mi nadie va a borrarme el recuerdo de haber competido mi primer mundial en el Luna Park frente a casi 6.000 personas. Es un sentimiento difícil de explicar con palabras.